Ayer viví una experiencia transformadora en el posgrado de Educación Emocional y Bienestar de la Universidad de Barcelona. Calixto Herrera, un ser humano inspirador y experto en acompañamiento en el duelo, nos invitó a mirar hacia dentro y conectar con los demás desde un lugar más profundo y humano. 🌟
Durante la sesión, reflexionamos sobre la importancia de tejer redes de apoyo y de crear espacios donde la empatía y la vulnerabilidad sean bienvenidas. En una sociedad que muchas veces teme al dolor y evita hablar de la muerte, ¿cómo podemos construir comunidades más conectadas y conscientes? 🤔
Los tres ojos del conocimiento
Uno de los conceptos más potentes que exploramos fue el de los “tres ojos del conocimiento” de Kent Wilber:
- Ojo biológico: Nos permite percibir el mundo a través de los sentidos.
- Ojo del conocimiento: Relacionado con el aprendizaje intelectual, las disciplinas y la interpretación de la realidad.
- Ojo trascendente: Va más allá de lo tangible y nos conecta con la intuición, la empatía y la comprensión profunda.
Estos tres ojos influyen en cómo interpretamos la realidad y en nuestra capacidad para acompañar a otros en momentos de vulnerabilidad.
Acompañar desde el vínculo y la esperanza.
El acompañamiento no es una técnica fría ni un simple conjunto de herramientas. Exige comenzar desde dentro, movilizar nuestra propia humanidad y reconocer nuestra vulnerabilidad. Como sociedad, muchas veces normalizamos el malestar, el vacío y la desconexión emocional, especialmente en lo que Calixto llamó los “no-lugares”: escuelas, trabajos o incluso familias donde no hay un verdadero intercambio “de alma a alma”.
En este contexto, el suicidio ha sido definido por algunos autores como una patología del vínculo, una consecuencia de la falta de conexión emocional y sentido de pertenencia.
Una sociedad que teme al dolor y a la muerte.
Vivimos en una sociedad algofóbica (que teme al dolor) y tanatofóbica (que teme a la muerte). Aunque los medios nos muestran a diario imágenes de sufrimiento, evitamos hablar del dolor real, especialmente con los más pequeños. Esto genera miedo, culpa y una sensación de inadecuación ante el sufrimiento propio y ajeno.
La muerte, lejos de ser solo un tabú, puede convertirse en una maestra silenciosa. Cuando tomamos conciencia de nuestra vulnerabilidad y finitud, muchas veces reordenamos nuestras prioridades y valores, y nos volvemos más compasivos y presentes.
¿Educamos para la vida?
La educación emocional implica preguntarnos si realmente estamos educando para la vida, si estamos generando autonomía y conciencia, o si solo ofrecemos respuestas fáciles y superficiales ante el malestar. Necesitamos politizar el debate sobre el bienestar y el acompañamiento, llevándolo al espacio público y colectivo.
Tejiendo comunidad: una invitación
Este encuentro me recordó la importancia de tejer redes de apoyo y de construir comunidades donde la conexión humana sea el centro. La resiliencia no es un brebaje mágico, sino el resultado de vínculos sólidos, espacios de escucha y acompañamiento genuino.
“La muerte ha sido calificada por muchos autores como esa maestra oculta a simple vista que te enseña lo que más importa”.

(y más cosas que voy a compartir contigo)