Hace unos días, en medio de la rutina diaria, nos sorprendió un apagón eléctrico que dejó a muchas personas sin luz, sin conexión y, en cierto modo, desconectadas del mundo digital que nos rodea. Para mí, esta experiencia fue mucho más que una simple interrupción técnica; fue una oportunidad para observar cómo reaccionamos ante lo inesperado y qué papel juegan la calma interior y los vínculos humanos en esos momentos.
Un día con emociones encontradas
Antes del apagón, estaba atravesando días complejos. Sentía una mezcla de emociones: frustración por las puertas que parecían cerrarse, tristeza por conflictos sin resolver, desánimo por la falta de energía para seguir luchando… pero también ilusión y pasión por mi proyecto, que me conecta profundamente con lo que hago.
Salir de la rutina, participar en un encuentro de ciberseguridad y caminar por una ciudad diferente me ayudó a tomar perspectiva. Me di cuenta de que, aunque los contextos sean distintos -ya sea en psicología, ciberseguridad o cualquier otro ámbito-, las personas enfrentamos barreras similares y a menudo subestimamos lo que realmente importa.
El apagón: una pausa inesperada
Cuando la luz se fue, estaba en una videoconferencia. En cuestión de minutos, llegaron mensajes de mi familia: mi hija en el hospital (donde trabaja), mi hijo preocupado por el móvil, mi pareja desde la oficina. La respuesta fuer rápida, coordinada y tranquila. No hubo pánico, solo confianza en que estábamos conectados, aunque fuera de otra manera.
Durante esas horas, experimentamos momentos simples pero valiosos: charlas en calma, una siesta, una compra improvisada con la ayuda de vecinos y conocidos, velas encendidas que iluminaron la noche, y la sorpresa de ver a mi hijo leer un libro, algo poco habitual para él.
Lecciones del apagón
Esta experiencia me dejó dos aprendizajes fundamentales:
- Los vínculos cercanos son esenciales. La comunicación fluida y la confianza con las personas que nos rodean generan seguridad y apoyo cuando lo tecnológico falla.
- La calma interior es clave para responder al imprevisto. Si nuestro día a día está lleno de estrés y aceleración, las crisis externas nos desbordan. Pero si cultivamos la serenidad interior, podemos afrontar los desafíos con mayor equilibrio.
Más allá de la tecnología
La tecnología es una herramienta maravillosa y fundamental en mi trabajo y en la vida cotidiana, pero no podemos depender exclusivamente de ella. La experiencia del apagón me recordó la importancia de tener estrategias y recursos que no dependan de la conexión digital, y de fortalecer las relaciones humanas auténticas.
Curiosamente, una amiga de Cuba me contó que allí los apagones son frecuentes, y que eso ha hecho que los niños vuelvan a jugar en la calle y a crear vínculos sociales más directos. Algo que aquí, en nuestra vida acelerada, a veces olvidamos.
Reflexión final
Vivimos tiempos en los que la rapidez y la tecnología dominan nuestro día a día, pero la verdadera fortaleza está en la capacidad de detenernos, conectar con nosotras mismas y con los demás, y mantener la calma cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse.
Te invito a reflexionar: ¿Cómo gestionas tú los imprevistos? ¿Qué hacer para cultivar tu calma interior y fortalecer tus vínculos? ¿Qué aprendiste de alguna experiencia inesperada?

(y más cosas que voy a compartir contigo)