Navegando entre la planificación y el fluir.
Hoy quiero compartir con vosotros una reflexión que me ha acompañado en estos días de nuevo comienzo. Como muchos sabéis, acabo de iniciar un máster, y esta experiencia me ha llevado a pensar profundamente sobre cómo enfrentamos los nuevos capítulos de nuestra vida.
Imagina por un momento que estás a punto de emprender un viaje. Tienes tu mapa, has marcado tu destino, incluso has hecho una lista de los lugares que quieres visitar. Pero, ¿qué pasa si en el camino te encuentras con un sendero inesperado que promete vistas espectaculares? ¿Te atreverías a desviarte?
Así es como veo este nuevo capítulo de mi vida, y quizás así deberíamos ver todos nuestros nuevos comienzos: con un plan en mente, pero con el corazón abierto a las sorpresas del camino.
Ayer, en mi primer día de máster, experimenté exactamente eso. Llegué con mis expectativas, mis planes y mis nervios (¡sí, incluso los profes de educación emocional nos ponemos nerviosos!). Pero lo que encontré fue mucho más de lo que había imaginado.
Nuestros docentes nos propusieron un ejercicio aparentemente sencillo:
presentarnos con dos objetos. ¿Suena simple, verdad? Pero os aseguro que fue una experiencia profundamente reveladora.
Ver a mis compañeros compartir objetos cargados de significado, escuchar las historias detrás de cada uno, me permitió conectar con ellos de una manera que nunca hubiera imaginado en un primer día de clase. De repente, ya no éramos solo estudiantes en un aula, éramos personas compartiendo pedacitos de nuestras vidas.
Una compañera trajo una piedra que recogió en su primer viaje en solitario, símbolo de su independencia. Otra compañera compartió un dibujo de su hija, recordándonos la importancia de mantener viva nuestra niña interior. Cada objeto era una ventana a un mundo de experiencias, sueños y emociones.
Este ejercicio me hizo darme cuenta de algo fundamental: a veces, son los pequeños desvíos, las actividades inesperadas, las que nos brindan las experiencias más enriquecedoras. Si hubiéramos seguido un plan rígido de presentaciones formales, probablemente no habríamos logrado esta conexión tan auténtica y profunda.
Y aquí es donde vuelvo a mi reflexión inicial sobre el equilibrio entre planificar y fluir.
Es maravilloso tener objetivos, hacer planes, visualizar nuestro destino. Pero es igualmente importante mantener la mente y el corazón abiertos a lo inesperado, a esas oportunidades que surgen en el camino y que pueden enriquecer enormemente nuestra experiencia.
En este nuevo capítulo de mi vida, me propongo mantener ese equilibrio. Tengo claro mi objetivo de aprender y crecer en el campo de la educación emocional, pero también estoy emocionada por todas las sorpresas que este viaje pueda traer. Quiero estar abierta a nuevas amistades, a ideas que desafíen mis creencias, a experiencias que me saquen de mi zona de confort.
Y ahora, me gustaría invitaros a reflexionar: ¿Qué nuevo capítulo estáis comenzando en vuestra vida? ¿Qué objeto elegiríais para representaros? Y lo más importante, ¿qué os gustaría aprender en este nuevo ciclo?
Recordad, la vida es un viaje constante de aprendizaje. A veces, el camino más enriquecedor es aquel que no habíamos planeado tomar. Así que, planificad vuestro viaje, pero no olvidéis disfrutar del paisaje y estar abiertos a los desvíos inesperados. Quién sabe qué maravillas podéis descubrir.